El alto valor de la electricidad que nos acompaña en los últimos tiempos, y la clara voluntad de los gobiernos en impulsar la generación eléctrica de la empresa privada y del autoconsumo particular a través de ayudas, ha iniciado una avalancha de proyectos fotovoltaicos que recuerdan a la “fiebre del oro” vivido en California sobre el 1850. Toda empresa o entidad pública con un tejado disponible, o una parcela agrícola o no urbana, estudian posibilidades de colocación de placas fotovoltaicas. Muchos particulares con viviendas unifamiliares, solicitan de la misma manera estudiar su cubierta, si es resistente y cumple la norma, o no. Cuanta electricidad puede producir, cuánto cuesta la instalación, y que tipo de subvención o financiación está disponible.

Gracias a la derogación del “impuesto al sol” [decreto ley 900/2015] del exministro Soria (decreto que duró del 2015 al 2018), y de las directrices de muchos países que apuntan a la clara necesidad de la autoproducción de manera sostenible, y a la limitación de producción de energía procedente de combustibles fósiles, la energía procedente de la generación fotovoltaica tiene todos los visos de imponerse como la gran alternativa a pagar los precios desorbitados de la energía eléctrica en nuestro país. Eso sí, solo para empresas que la necesidad energética no sea muy alta…
Hay una clara necesidad de empresas que se dediquen a la instalación de placas, y que tramiten todas las solicitudes que requieren los ayuntamientos, las comunidades y las comercializadoras de energía a las que solicitar la compra de los excedentes de la energía autoproducida.

Hay una clara necesidad de que se impulse des de la empresa privada la instalación de sistemas fotovoltaicos, y hay una clara necesidad que los organismos oficiales no pongan trabas, sin mil y un formularios que limiten o entorpezcan la promoción, sin aprovecharse de la situación para imponer impuestos desorbitados y sinsentido.

Hay una clara necesidad de pensar en nuestro planeta, en el futuro de sus habitantes, y en alargar lo máximo posible la vida tal como la entendemos ahora. Sin llevar escafandras para respirar o tener que buscar planetas vírgenes para habitar. Esperemos que esta fiebre del oro no se pare por cualquier contratiempo y en un futuro cercano, la gran mayoría de personas y empresas generen gran parte de la energía que necesitan para vivir o producir.

David Pedrerol Lechuga
Ingeniero Industrial. Director ejecutivo