El ingeniero y arquitecto Ramon Pedrerol Jardí falleció el 3 de febrero de este año en Barcelona. Hasta que la enfermedad se lo impidió a finales de 2023, vino a trabajar todos los días a Indus, como lo había hecho desde que tenía 25 años, en 1970.
En un acto, al que ya no pudo asistir, el 14 de diciembre de 2023 fue nombrado socio de honor de la ACE y agradeció de todo corazón este reconocimiento de los compañeros de profesión. En el texto que se leyó en su nombre, hablaba de los orígenes del centro de cálculo de estructuras con ordenador en Indus Cálculo.
Gracias a la relación que su padre, Josep Pedrerol Marsà, había establecido con el despacho belga NMV (Nonclerc, Mercier, Vanadruel) para construir la fábrica de Eurofil en Aviñón, Ramon como estudiante pudo ir a hacer prácticas a la oficina de ingeniería de Bruselas de agosto a noviembre de 1968. Vanadruel le recibió muy bien. Lo coloca en un departamento que calculaban puentes de autopistas y tenían un pequeño ordenador, un Olivetti P203, que pese a ser muy limitado, era la maravilla para la época.
Le gustaba mucho el cálculo de estructuras. El proyecto final de carrera fue un pabellón deportivo donde tuvo que calcular su cubierta, de cable tensado en forma de silla de caballo. Se pasó el invierno de 1968-1969 trabajando con una calculadora mecánica, para calcular unas integrales elípticas, que hoy, con los medios informáticos, se habría realizado en una tarde. Sirvió para el proyecto final de carrera de ingenieros industriales, y con algunos detalles arquitectónicos adicionales, para el de arquitectura.
Recién licenciado en ingeniería industrial y arquitectura, en 1970, se incorporó definitivamente al despacho que había fundado su padre en 1952 y donde trabajaban 18 personas. Una de las primeras actividades fue buscar en el mercado un posible ordenador para calcular estructuras, sin ser consciente del lío en el que se metía. Encontró un Hewlett Packard modelo 2114B, con 16 KB de memoria (entonces le parecía una inmensidad) que convenció a su padre de comprar. Llegó en octubre. Costó 1.805.581 pesetas, toda una fortuna por la época. Llevaba como periféricos finales un plotter DIN A3, pequeño y lento, y un teletipo. Como no disponía de discos magnéticos, toda la programación se realizaba grabando los datos en cinta de papel perforado, que tenía una velocidad de perforación de 10 bytes por segundo. A la hora de leer iba a la misma velocidad, lo que significa que para cargar una minucia de programa podía estar 15 minutos o más. El ordenador solo llevaba compiladores de FORTRAN y BASIC, así que había que hacer toda la programación.
En 1971, Ramon reclutó a un compañero de carrera, Manuel Garcia Cabrera, que le ayudó mucho en las tareas de programación. Ese mismo año ya tenían programas operativos para calcular pórticos ortogonales y poco a poco fueron incorporando más pórticos de barras inclinadas o muros de contención.
A diferencia de Ramon, que compaginaba el desarrollo del centro de cálculo con otros proyectos, como la planta de hemoderivados de Grífols en Parets o las normas urbanísticas subsidiarias de Tivissa, Manuel se dedicaba exclusivamente a las estructuras.
En 1972 compraron una lectora óptica de cinta perforada que costó unas 250.000 ptas, carísima, pero que les permitía cargar programas en un máximo de uno o dos minutos.
Entre Navidad y Año Nuevo de 1972 viajó a París con su esposa, M. Rosa. Mientras ella repasaba a conciencia el Louvre y otros museos, Ramon veía ordenadores. Entre otros, visitó a los de HP que querían enseñarle un programa de cálculo de estructuras (VODCA), y un ploter marca Benson. También viajó a menudo a Madrid para hablar con los responsables del Instituto Eduardo Torroja y aprovechaba cualquier ocasión para buscar información o medios para reforzar el centro de cálculo.
A partir de 1973, empezaron a vender el servicio de cálculo de estructuras. Josep, que además de ingeniero industrial también era aparejador, tuvo la idea de establecer un convenio con el colegio de aparejadores, que tenían su sede en Vía Augusta 4, al igual que Indus. Se acordaron unas rebajas para los aparejadores colegiados y esto dio mucha vida al centro de cálculo. Más tarde, en 1975, este convenio se hizo extensivo también a los ingenieros industriales colegiados. También se envió publicidad periódicamente a partir de 1973.
A principios de 1974, a Ramon se le ocurrió que podrían calcular forjados reticulares. Tuvieron que comprar un ordenador nuevo. Después de largas conversaciones se decidieron por un Data General Nova 840, mucho más potente que el anterior, con coma flotante y 64 KB de memoria, con dos discos duros de 2,5 MB cada uno, impresora de agujas y tarjetas de papel marcado a lápiz para realizar las entradas de fechas. También adquirieron de segunda mano, en el ejército sueco, un plotter Calcomp 763 apto para dibujar planos AO, que era una centella para la época. Como no se disponía de interfaz por el Data General, pero sí por el HP21 14, el plotter debía conectarse a través del HP con un sistema bastante complicado de enviar datos de un ordenador a otro. Todo este hardvvare llegó en 1974, costó dios y ayuda ponerlo en funcionamiento. Realmente quedó operativo en enero de 1975. Todo costó 5.378.466 ptas.
Con inversiones tan grandes, se optó por fundar sociedades anónimas y no continuar como un despacho profesional a nombre de Josep Pedrerol, y en 1975 se creó Indus Cálculo e Indus Ingeniería y Arquitectura. Trabajaban 35 personas.
El cálculo y dibujo a la hora de forjados reticulares como malla y no como pórticos de sustitución, fue el gran revulsivo del centro de cálculo. Tanto es así que en 1977 adquirieron dos ordenadores nuevos, dos Data General S270 y dos plotters Calcomp 936, y tenían suficiente trabajo para hacerlos trabajar toda la noche y todo el fin de semana.
De esa época, mucha gente del sector recuerda el papel continuo tachado azul y blanco, con el logo de Indus Cálculo en el lateral, para las impresoras matriciales que se entregaban los cálculos a los clientes. Yo recuerdo los fines de semana en el despacho jugando con las cintas perforadas largas de colores azul, amarillo y rosa, que por algún código erróneo se habían descartado, mientras Ramon trabajaba en la sala de máquinas del sobreático.
Gracias al prestigio alcanzado con el centro de cálculo, llegaron encargos importantes, como las estructuras de la ampliación del Camp Nou, el Mini Estadi, o algunas de las naves de la fábrica de Opel en Figuervelas. También se consiguieron clientes por los que se llevaron a cabo proyectos enteros, como la nueva planta de Cobega en Sant Quirze del Vallès que se hizo en un tiempo récord: desde que se empezó a dibujar hasta que salió la primera lata de Coca-Cola de la línea solo pasaron 11 meses. Era una época en la que Ramon solo trabajaba o, unas pocas horas, dormía.
El empuje de Indus Cálculo permitió sobrevivir la terrible crisis de finales de los setenta e inicio de los ochenta, pero detuvo su crecimiento y ritmo de inversión. Fue una travesía muy dura, que Ramon hizo de la mano de Jordi, su hermano, una vez el papá, Josep, había cedido la gestión de Indus a los dos hijos. Durante años, no había ni para cobrar el sueldo. Fue una experiencia que quedó marcada en el ADN de la empresa y que hizo que en el futuro nunca se buscara ser más grande de lo que era prudente.
Para sobrevivir hubo que repensar el despacho y buscar fuentes de nuevos encargos. La recuperación de la Generalitat, a principios de los ochenta, ofreció una oportunidad. El Govern podría encargar proyectos a empresas locales, que hasta entonces eran casi siempre para oficinas de Madrid. Sin embargo, los despachos catalanes eran pequeños. Por eso, Ramon acordó con cuatro otras empresas de ingeniería la creación de CAST, acrónimo de Compañías Asociadas de Servicios Técnicos. Por razones que no vienen al caso, tres empresas finalmente formaron parte de CAST: Pamias, IPB e Indus. Se consiguieron proyectos importantes, como los estudios de televisión de TV3, el project management de la prisión de la Roca, el Laboratorio General de Ensayo e Investigaciones (LGAI), estaciones comarcales de autobuses, etc.
Ramon cedió la dirección del centro de cálculo a Manuel Garcia Cabrera y se convirtió en director de los proyectos mencionados por el sector público, y otros por el sector privado como Eurohueco. Sin embargo, siguió calculándose él mismo las estructuras de los edificios que proyectaba. En las hojas cuadriculadas iba anotando las hipótesis, razonamientos y cálculos, con integrales, derivadas, cálculo matricial, eigenvalues… Aprendió a usar los programas de cálculo que iban apareciendo en el mercado, como el SAP2000. También creó pequeños programas que le sirvieron para realizar su trabajo, desde procesadores de textos antes que existieran los comerciales, programas para hacer mediciones, programas para dibujar en tres dimensiones, o sencillamente para calcular nudos de cerchas para la Seat en Martorell, para calcular el pandeo de un fuste atirantado para la Torre de Collserola, o para calcular estructuras espaciales que hubieran tenido deformaciones previas por la reconstrucción del Pabellón Olímpico de Zetra, que había sido bombardeado y quemado durante la guerra.
Combinaba su doble vertiente de arquitecto y de ingeniero industrial. Creció su designación como técnico competente, de ética impecable, y trabajador incansable. Tenía una mente extraordinaria para entender un problema y buscar cómo resolverlo. Como a él le gustaba decirlo, era ingeniero de la arquitectura porque utilizaba su ingenio para llegar a soluciones. Cuando no sabía de una materia, buscaba libros, vídeos, expertos, y lo estudiaba a fondo. Profundizaba para entender los fundamentos de la materia y poder entender y razonar. Daré algunos ejemplos.
Para un proyecto de unas bancadas de Abello Linde, un verano se estudió un libro en alemán de E. Rausch sobre vibraciones (seguramente Maschinen Fundamente und andere Bauaufgaben), que después usó en múltiples ocasiones para LGAI, el CITEAN, Cobega o el FC Barcelona. Incluso llegó a diseñar y hacer construir una máquina que simulaba a personas botando para estudiar el comportamiento de las gradas en instalaciones deportivas y poder estudiar las frecuencias de vibración que provocaban resonancia.
En otra ocasión, cuando se empezó a hablar de un acelerador de partículas en Bellaterra, debía irse con el Dr. Ramon Pasqual de Sans al CERN a hablar con científicos. Se dio cuenta de que la física cuántica que había estudiado, había quedado desfasada. Me pidió ayuda y le di mis apuntes de 3º de BUP y además le puse en contacto con mi profesor de física, Josep M. Dou, que muy amablemente le pasó vídeos y artículos. Aprendió lo suficiente para seguir las conversaciones y hacer un buen papel.
Más tarde, cuando a los 45 años tuvo el primer infarto, leyó libros de cardiología y se familiarizó con el lenguaje médico. Era capaz de analizar los electrocardiogramas y resultados de las otras pruebas médicas y plantear preguntas a los médicos que les ponía en situaciones incómodas.
A partir de la segunda parte de los años 80 hasta el último día de su vida, nunca le faltó trabajo, todo lo contrario. Encadenaba un proyecto con otro. En casa le habíamos oído decir durante decenios, «cuando baje el trabajo, haré» esto o aquello, sabiendo que, nunca, nunca encontraría el tiempo para hacerlo. Si uno repasa sus agendas, ve una actividad frenética durante muchos años. No le recuerdo ningún día vagaroso, ni siquiera cuando era ingresado en los hospitales.
En 1989 le encargaron ser el director de obra de Torre de Collserola, seguramente su proyecto más emblemático y por el que le conoció mucha gente que asistió a las visitas organizadas por los colegios profesionales, universidades y políticos durante la obra o cuando se inauguró.
Durante los años noventa, entre otros, también fue director de obra de varias naves de la Seat en Martorell, realizó proyectos y dirección de obra de plantas de Coca-Cola en Tenerife y Gran Canaria, plantas de cerveza de San Miguel en Burgos y Málaga, la fábrica de Copesco, múltiples colectores de aguas residuales para la Generalitat, de edificios por Bayer en la planta de Tarragona, la remodelación de la sede del Colegio de Ingenieros, la reforma del Colegio de Ingenieros Técnicos, el proyecto manager de la Feria en Hospitalet y del centro comercial Barnasud en Gavà.
Por su singularidad, destacaré la reconstrucción del Pabellón Olímpico de Zetra en Sarajevo después de la guerra de Bosnia. Si trabajar sin saber la lengua en un país que nunca has sido es complicado, y si, además, sale de un conflicto bélico que la ha arrasado, es un reto. Salió adelante y además aprendió serbocroata. Al final de la obra, Ramon leía la documentación que recibía de las administraciones locales sin ninguna dificultad. La reconstrucción de Zetra le valió el Premio de Construcción del COEIC y el Premio Nacional de Ingeniería, concedido por el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales en el año 2001. También dio una conferencia a la ACE sobre Zetra el año 2000.
A finales de los noventa, se gestó el proyecto de la megaplanta de Cobega, donde la empresa de bebidas quería concentrar toda la producción. Fue un proyecto gigantesco que finalmente se ubicó en terrenos de Martorelles y Montornès. Empezó con la búsqueda de terrenos y se alargó mucho más allá de la puesta en funcionamiento de la fábrica porque se fue ampliando sucesivamente. No se trataba de reproducir otras fábricas de bebidas, sino repensar la distribución, las instalaciones, la maquinaria… para realizar la planta lo más eficiente y operativa posible. Proyectó algunos elementos muy singulares, como las marquesinas de carga de los camiones con estructura metálica. El COEIC le concedió el Premio Internacional de la Creatividad de 2008 por el proyecto de la fábrica.
La planta de Cobega era tan grande que lo absorbió mucho tiempo. Pero, entre otros, lo compaginó con el proyecto y dirección de obra del Centro de Investigación Tecnológica del Automóvil de Navarra, en Pamplona, la rehabilitación de la casa de payés del Óssul, en Granera, la construcción de un edificio de viviendas en Sant Feliu de Codines, almacenes en Palma de Mallorca y Fuerteventura, etc.
Los clientes pidieron que colaborara en sus establecimientos en el extranjero y proyectó y dirigió las obras de ampliaciones de fábricas en Argelia, Cabo Verde, Liberia, Gambia, Ghana, Sierra Leona y Guinea.
En los últimos años, ha realizado proyectos variados, desde silos automáticos a un centro hospitalario de salud mental, de una planta de productos lácteos a las estructuras para la rehabilitación de un edificio catalogado en el paseo de Gràcia, de la ampliación de una tienda deportiva a edificios de viviendas, de estudios de vibraciones de instalaciones deportivas a una planta embotelladora de agua mineral, de actuaciones de mantenimiento y reparación en la Torre de Collserola a la rehabilitación de unas naves industriales.
n el ámbito institucional, además de ser el director técnico de Indus, fue vocal y secretario de la Caixa d’Enginyers, vocal de la Mutualitat dels Enginyers, y formó parte de la Junta del Col·legi d’Enginyers. También fue vocal del Tribunal Arbitral Tècnic de Catalunya por designación del COEIC.
Para todos aquellos que tuvimos la suerte de trabajar, Ramon fue un referente. No solo era un excelente técnico, sino que también fue un gran maestro, muy generoso con su tiempo y sus conocimientos para hacernos crecer.
En la vigilia, mucha gente me contó anécdotas de Ramon. Desde aventuras en viajes, a comidas, conciertos, fiestas, horas de estudio, reuniones o visitas de obra… incluso hay quien recordó la máquina de hacer tortillas con Mecano que Ramon inventó a los 14 años o un teleférico, también de Mecano, que construyó a los seis años entre el radiador y el cabezal de la cama del hospital donde su madre había dado a luz a su hermano Jordi.
Ramon disfrutó mucho de sus 78 años. Se fue contento. Estaba orgulloso de todo lo que había logrado y satisfecho de haber podido ejercer de ingeniero y arquitecto.
Àgata Pedrerol Sagalés
Directora d’Indus Ingeniería y Arquitectura
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